sábado, 2 de enero de 2016

Largo invierno primaveral




Ya está... doces uvas... varias campanadas... año nuevo. Intento imaginarme una vida donde pasado el 31 de diciembre el contador se pusiese a cero. Deudas, enfermedades, miedos, esperanzas... todo menos el paso del tiempo, la eternidad tiene que ser un rollo...
Cada 1 de enero amaneceríamos con la sensación de tener por delante 365 días de nuevos proyectos, ilusiones, viajes, amores... con la libertad de saber que todo tendría fecha de caducidad. “Que bello es vivir” la veríamos como la primera vez, el sabor de un helado de limón nos sorprendería pero quizás nos faltaría algo... la memoria de los hechos pasados, los recuerdos también son importantes incluso los dolorosos...
Mientras escribo estoy llegando a la conclusión que no me gustaría el panorama anterior, al fin y al cabo somos memoria y la suma de todas y cada una de nuestras vivencias... En verdad, somos capaces de poner nuestro contador a cero cuando nos dé la gana, no hace falta doces uvas ni campanadas ni una fecha señalada en rojo en el calendario.
Lo bueno de nuestras vidas, es que además de tener fecha de caducidad, podamos decidir cuantas veces nacemos o que el nuevo año empiece un 7 de julio... San Fermín...