martes, 24 de junio de 2014

Una habitación sin vistas








Todo está en calma. En la calle, la luz del mediodía es cegadora. Apenas nadie transita salvo algún gato que con paso lento se resguarda del intenso calor colándose por alguna rendija abierta. Como párpados cerrados por una siesta obligada, las esterillas de esparto caen pesadamente por ventanas y balcones protegiendo las blancas casas del ambiente inflamado del verano meridional. Dentro, la vida baja los latidos de seres sudorosos y lánguidos. Todo está en calma. La oscuridad artificial de tupidas cortinas y persianas arriadas es rota por respiraciones acompasadas, por pequeños rayos de luz blanquecina que se cuelan por debajo de puertas y el leve movimiento de una brisa ardiente que mece el contoneo sensual de suaves visillos. Silencio. Todo está en calma.



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