lunes, 23 de junio de 2014

El espejo



 
 
Cuando viajamos dejamos de ser nosotros mismos para convertirnos en un extraño que conocemos bien. Cada viaje es el encuentro con ese “otro” que en nuestra vida diaria no dejamos que salga. Utilizamos una lengua distinta a la que usamos para pedir un café antes de entrar al trabajo. Nuestros oídos escuchan idiomas que tratamos de traducir y que nuestra mente intenta hacer inteligible con una familiaridad inexacta.
Cuando viajamos solos, observamos y reflexionamos más que en nuestra cotidianidad. Nos sentamos en un café, pedimos un refrigerio mientras nos convertimos en una cámara que capta cada gesto de los transeúntes, cada detalle de los edificios, la tonalidad de la luz que se refleja en las aceras... y nuestra mente , va traduciendo esas sensaciones que nos genera abstractos pensamientos sobre la vida que pasa antes nosotros, sin llegar a conclusión alguna. Nos sentimos distintos, somos distintos.
Volvemos a casa. Todo sigue igual pero algo ha cambiado. Regresamos a un mundo que reconocemos pero ahora sentimos que nos pertenece menos. Los amigos, compañeros de trabajo o la familia los vemos distintos. Nuestra forma de mirar a cambiado. No sabemos poner un adjetivo, un substantivo o quizás un verbo para explicar todo ello pero... no somos los mismos.

Cuando viajamos... los espejos se deforman.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bien definidas, en pocas palabras, las sensaciones que te rodean cuando estás viajando... Realmente, cuando tomas un café en una plaza de una ciudad extranjera, toda esa plaza se transforma en un escenario, y la gente que transita por ella, actores. Actores que actúan para ti. Toda una plaza, toda una ciudad, todo un país actuando para ti. ¡Hay que viajar más!