martes, 13 de mayo de 2014

MI PRIMER CUENTO...



                 ¡Vaya sorpresa! Mi madre ha aparecido hoy una carta que le escribí a mi tía Carmen en la que había fotocopiado este cuento, que apareció en una revista (junto a un anuncio de la ya desaparecida confitería La Cordobesa) que solía publicarse en mi pueblo por los años 80 . Me ha hecho mucha ilusión recuperar esta historia, porque aunque como veréis a continuación es de una calidad, en fin, digamos que algo surrealista, fue el primer cuento que me publicaron, cuando tenía unos tiernos 13 añitos. Recuerdo que fue un concurso propuesto por mi entrañable profesor de historia, Don Jerónimo, con el que todavía mantengo una gran amistad. El premio era la publicación del cuento. Ahora que caigo, ¿cómo serían los otros cuentos? Las bases del concurso eran peculiares. Había que escribir una historia que no ocupase más de medio folio en la que apareciesen tres elementos: un libro, un sombrero de copa y un krobell.  ¿Que qué es eso de un krobell? Pues lo que leeréis a continuación fue lo que a mí se me ocurrió. Leer este cuento puede resultar una dura prueba para los amantes de la buena literatura, pero a la vez puede resultar una caja de sorpresas para mis amigas psicólogas y mis amigos amantes de lo paranormal. En fin, mirar esto con buenos ojos, sed comprensibles.  Tampoco seáis muy halagüeños, porque como me anime, copio aquí enterita mi primera novela, escrita creo que un par de añitos antes. “Aventura inexperada”  sí, sí con “x”.
Imagen muy parecida que se publicó junto al cuento ¿¿¿??? 


Krobell 007: Licencia para cobrar.


¿Krobell? ¿Qué es un Krobell? Un Krobell es la tierna imagen de un cobrador de impuestos. Sí. sí… los krobells se dedican a cobrar impuestos. Son los doce apótoles de Solchaga que van predicando la doctrina del Ministro de Hacienda. Su lema es “Si no cobra, Hacienda mata”. Sí, los krobells tienen “007 licencia para cobrar”.

Son bajos, 1,20 metros es lo máximo que llegan a alcanzar. Gordos, aunque esto no les impide volar con relativa facilidad, con una cabeza grande que ocupa un tercio de su altura y una cara en la que brillan unos ojos amarillos y saltones a los lados de una nariz de cerdo. ¡Ah!, olvidadaza sus orejas grandes y empinadas entre las que colocan sus grandes sombreros.

Tienen unos brazos muy largos y unas manos verdes con tres dedos. No tienen piernas, pero sí unos pies-muelles que les permiten desplazarse a saltos.

Los krobell visten elegantemente, por eso de que la primera impresión es lo que cuenta. Llevan una corbata roja que les llega a los pies y que arrastran por el suelo. Un traje de etiqueta negro y el inevitable sombrero de copa.

Dentro de su atuendo se pueden incluir varios de sus elementos de trabajo, algunos de ellos indispensables a la hora de cobrar a los pobres españoles, como son una cartera marrón con letras amarillas que por una cara dice “Vino Don Simón” y por la otra “007: licencia para cobrar” en su mano derecha y en la izquierda el libro “El terror de los cobradores” con dos partes: una hueca dotada del más sofisticado instrumental para facilitar su trabajo como son una fusta, una escopeta de cañones recortados, un spray paralizante, bombas lacrimógenas, esposas y un mini transmisor. En la otra, páginas repletas de nombres y direcciones, de declaraciones cruzadas: son las víctimas.

Cuando aparecen por el barrio se hace el más absoluto silencio. Sólo resuenan sus pasos por la calzada y tras la visita a los infortunados sólo queda un reguero de lamentos y las cuentas de los bancos en espantosos números rojos. Dicen que cuando un krobell se retira, satisfecho tras su faena, va tarareando una cancioncilla que habla de no se qué, Hacienda somos todos…



Revista sierra Sierra Nueva, diciembre 1989.

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