lunes, 26 de noviembre de 2012

LOS FALSOS MITOS (2ª parte)


              Yo no pretendo en este “cuento” ofrecer ninguna solución, ya lo he dicho: la vida es insondable  y cualquiera de los caminos que elijamos para transitarla podrá ser o no, igual de acertado. Yo sigo en estos momentos mi camino propio, ante la “piedra” de un domingo que amenazaba ser muy aburrido, he optado por la opción de rellenar el tedio escribiendo esto (que está resultando a su vez algo tedioso). Esto que escribo es así la expresión de mi “mito particular”. Lo que sí voy a intentar reflejar es qué surge cada vez que damos un nuevo giro, cada vez que bordeamos algún obstáculo, cada vez que ese nuevo requiebro en la vida nos hacer ser un poco más la persona que somos. Puede que una intención de este cuento, sea el dar algo así como una definición prosaica de lo que es el arte: la necesidad de expresar de un modo más o menos artístico, el vértigo que hemos sentido al dar un nuevo giro en nuestras vidas. Del mismo modo que las naciones fundan ciudades, las religiones dan forma a su fe con mezquitas, sinagogas, catedrales o simples monolitos de piedra y  los llamados artistas pintan cuadros o escriben epopeyas, las personas más sencillas, aparentemente las menos creativas, hablan en el bar, en la tienda, van a casa del vecino y vuelcan de un modo más artesanal las pequeñas sorpresas que les va ofreciendo el día a día. Aparentemente este grupo mayoritario de personas pasan por la vida sin encontrar “piedras” en su camino y siguiendo un camino ya definido. Pero todos, sin quererlo, le vamos dando una forma a nuestra vida, a nuestra historia, nos vamos labrando un recuerdo: todo aquello que se encalla de un modo más fuerte en nosotros se va transformando en nuestros mitos. Quizás no los labramos en piedra, quizás no los plasmamos en papel y seguramente no sobrevivan mucho tiempo a nuestra memoria. Pero unos y otros nos aferramos a ellos con desesperación, pues son estos, esos mitos, el reflejo más próximo de lo que somos, de lo que ya hemos sido y de lo que estamos siendo. ¿A quién no le han dicho alguna vez, “para, no me hables de eso que ya me lo has contado”? ¿Quién no se ha sorprendido alguna vez recordando de manera espontánea algún amor del pasado?¿Quién no acumula de una manera aleatoria, canciones, libros, historias, rincones de ciudad, bancos de parque, personas que ha amado, equipos de fútbol o miradas o gestos profundos, que considera como favoritos y con los que se siente muy identificado? Nos encanta hablar sobre estos, son temas con los que nos sentimos muy cómodos, es más, casi nos consideramos expertos. Es normal, es nuestra propia vida, estamos hablando de nosotros mismos. A mí personalmente, me encantan los Conciertos de Brandenburgo, adoro a Franz Kafka, (incluso en mi adolescencia quería ser cómo él, lo mismo que otros querían ser bomberos, futbolistas o el de en medio de los Chichos), me encanta pasear por Granada y sentarme en los bancos solitarios de cualquier pueblo, veo algún que otro partido del Athletik y me emborracho cuando gana algún título (en realidad nunca, que yo recuerde, me he emborracho por este motivo, aunque ha sido fácil encontrar otros), ah, y cuando me pongo meditabundo me suelo rascar con el meñique el colmillo superior izquierdo (de hecho lo acabo de hacer ahora mismo). Estos son, a modo de ejemplo, mis mitos o mis leyendas personales. No son catedrales, ni monumentos al soldado desconocido y por supuesto, nunca acudirán miles de turistas a visitarme, a verme rascándome un diente o vomitando en una esquina con una bufanda rojiblanca anudada al cuello… Aunque quién sabe, si llego a ser famoso y me montan en algún pueblo una casa-museo… 

(Fin de la segunda parte.)

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