jueves, 3 de mayo de 2012

LA COSHER NOSTRA (Otro caso de Toto Flatuletti) 2ª parte


Estaba leyendo el epílogo de La Organización Negra cuando Isaquito se sentó frente a mí sin pedir permiso, agitado por caminar hasta la mesa. Revolvió mis tripas como el paco, avinagró la chicha que me fió la Doris y cerró el libro que yo estaba acabando con un golpe violento y seco. La detonación desgarró el aire caliente del bar.
Tengo un negocio para vos, queridos –me dijo.
La palabra queridos sonó como el beso de la mafia –Soy todo oídos –le respondí–. ¿Qué otra cosa podría decir?
–¿Te hace falta una PC?
Hice un gesto ambiguo
–¡Contestame, mishiguene ! –Ordenó.
–¿Cómo la pago? –Dije por decir.
No te preocupes queridos, necesito tus servicios.
Subimos a la cueva.

El caso
Sospecho de Sara –largó sin más preámbulos.
Su mujer, asociada, abogada, no se comportaba como de costumbre, no lo atribuía a la blanca, no pretendía pensar mal de todo pero tampoco desechaba nada. Necesitaba conocer las causas, dio por aceptado el trabajo por mi parte y se fue dejándome con la boca llena de respuestas y preguntas.
A todos los efectos quería pruebas porque al toque envió al hijo menor, abogado, asociado, con una PC que llevaba un rótulo de la UTN más una lapicera cámara espía, también usada, que yo no había pedido.
No me animé a preguntarle el precio, servían a mis propósitos aunque tuve presente que todo venía con un costado oscuro: yo estaba casi seguro que el hijo mayor, asociado, abogadoy martillero, quebraba las piernas a la altura de las rodillas.
Navegué un tiempo en la nube informática: www.superzorras.com, pero me era imperativo caracterizar a los Isaquitos. Encendí un porro, me cambié el calzoncillo y volví a la web.

La Trata de Blancas
La Zwi Migdal tuvo sus inicios en una zona llamada Galitzia (entre Ucrania y Polonia), los idiomas oficiales eran el alemán, el polaco y el ucraniano pero los judíos referenciados como askenazí tenían su propio argot, el yíddish.
En el siglo XIX la política aduanera de Galitzia permitió un elevado grado de bienestar entre los judíos acaudalados y gatilló lo que se llamó la “Ilustración Judía”, dando florecimiento al teatro, la literatura, la poesía, librerías, conciertos…
Guerras, masacres, progroms, revoluciones, hambre… estimularon a los más audaces a desplazarse hasta nuestro país. A fines del siglo XIX fundaron una institución multinacional especializada en exportar e importar pendejas blancas, no solo para los prostíbulos más importantes de Argentina, su nombre: Sociedad de Socorros mutuos Varsovia. Una institución con todo y sinagoga, salón de fiestas, bar, comedor, sala de velatorio, cementerio, escuela talmúdica y salón para subastar de carne de exportación.
La cantera fue el campesinado o, en mayor medida, las hijas de los desocupados que producía la industrialización: Analfabetas, cagadas de hambre y ju­días.
Resulta que según dicha religión, las mujeres eran las encargadas de proveer lo material, en tanto sus maridos se dedicaban al estudio de La Ley. Al parecer, el judaísmo es la única religión que no cree en el más allá, su dios gobierna la tierra con el Talmud, doce tomos con sesenta y tres capítulos cada uno, rígidas y eternas leyes escritas que encierran, determinan y establecen todo lo referente a la vida e impiden el nacimiento de cualquier mitología. En definitiva el Mesías llegará, resucitará y dará vida eterna a los muertos que hayan respetado La Ley.
Nada les costó a las pendejas adecuarse al nuevo trabajo.
Miles de ellas, regenteadas por Caftanes (apelativo criollo aludiendo a los pesados sobretodos que usan los ortodoxos), fueron vendidas y entrenadas.
La institución se asentó en el bajo Buenos Aires.
Noé Trauman, primer presidente de la Sociedad Mutual Varsovia, un tipo culto según sus correligionarios –lee libros–, inspiró al personaje Haffner (El Rufián Melancólico) de Los Siete Locos. Escrita por alguien que, al parecer, no era de comerse los mocos: un tal Roberto Arlt.
Las clases ABC1 de esa época, cansadas de tantas cabecitas negras, se habí­an hecho adictas al exótico producto del este europeo. El negocio creció exponencialmente al extremo de abrir filiales hasta en Comodoro Rivadavia (el culo del mundo).
No fueron para todos los pétalos de rosas, el cónsul de Polonia elevó denuncias antisemitas a las autoridades argentinas por el uso de la palabra Varsovia.
Los ortodoxos convocaron a una asamblea extraordinaria y determinaron democráticamente, y por unanimidad, cambiar el nombre Varsovia por el de Zwi Migdal, uno de los fundadores.
Yo estaba más confundido que turco en la neblina. Necesitaba encajar las piezas del rompecabezas.
Tras un nariguetazo me acosté a dormir para hacer trabajar al inconsciente, cosa nada fácil.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE.

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