viernes, 22 de abril de 2011

raros somos todos





"Tutti gli uomini sono, al loro modo, anormali". Ungaretti lo definió así, mi amigo Martín la sintentizó de otra forma : E= mc2, es broma, pero fue como la ecuación de la relatividad humana : "Raros somos Todos".  Esas tres palabras eran como el número áureo a tantas preguntas que durante siglos los filósofos se empeñaron en hacerse sin llegar a ninguna conclusión tan clara.

Supongo que cuando uno se vá a dormir, en ese tiempo previo donde por la mente fluye como relámpagos, imágenes del día vivido, pensamientos, preocupaciones, anhelos... surgen reflexiones como esas. También les sucede a muchos (no es mi caso) que en su momento All Bran, cargados de literatura o cualquier cosa que tenga letras, incluidos botes de shampú y demás artículos de baño, le surgen grandes ideas... doble capa de papel higiénico, el sacacorchos (eso fue de un estreñido crónico)... etc. Pero realmente quería hablar del déficit de los EE.UU., sin embargo debo ir urgentemente al baño porque acabo de tener una gran idea.



martes, 19 de abril de 2011

Nuevas prestaciones: EL PARAISO, PROSTÍBULO & ‘Hiper Market’ DE MITOS (1ª parte)

Sherlock Holmes Philip Marlowe Sam Spade Hércules Poirot Lew Archer

¡Atención!
Nuevas prestaciones: EL PARAISO, PROSTÍBULO & ‘Hiper Market’ DE MITOS
“Sexo Tiempo Compartido”
Como siempre: La más moderna forma de investigación, precios populares

“Julio César ‘Toto’ Flatuletti”
Detective privado free lance
Bv. Chacabuco 1300 –‘El Paraíso’
Pregunte por Toto
5000 Córdoba - República Argentina


Referencia: 18° Civilización y barbarie

Le dicen motu proprio.
Me hirieron cuando traté de mediar entre dos familias que se amasijaron por un inodoro.
Los puazos cicatrizaban bien, arranqué de mis brazos las agujas para canalizar y me di el alta del de ‘Urgencias’
—¡Al ‘Paraíso’!—ordené al taxista. No hizo falta más datos, sonrió cómplice. Fuimos al prostíbulo por el camino corto.
Enorme fue mi sorpresa.
El señor gobernador había ordenado demoler, entre gallos y medianoche, la casa de gobierno con todo y archivos para hacer un parque temático.
Sólo el prostíbulo sobrevivió a la demolición.
El hombre (esclavo de sus pasiones), la mujer (de sus proyectos), algunos géneros menores (esclavos de sus genitales), el primer subsuelo (quimeras de los que pueden) y el almacén de mitos (segundo subsuelo) con la ‘Máquina de las circunstancias’, hicieron del ‘Paraíso’ un ícono emblemático donde el cliente tiene placer garantizado o se devuelve el dinero.

Acuché a “Anaconda 44 magnum 6 pulgadas (Colt)” en la sobaquera. A pesar del calor me puse la campera (mejor si pasa desapercibida), me dispuse a investigar la desaparición de Boby en la villa miseria.
—Tené cuidado —dijo Strella —es bestial el maridaje entre miseria y violencia.
Puse en valor al prostíbulo —¿Me estaré ablandando?

Villa Sangre y Sol.
Llegué temprano, aún se podía respirar. La planta de tratamientos cloacales del Bajo Grande no desborda hasta la diez. El sol tampoco aprieta del todo a esa hora.
Un sarnoso suspendió los arrebatos de montar una enorme perra en celo. Me ladró sin ganas pretendiendo mear el territorio, acabó mordisqueando desesperado las estrías de su lomo putrefacto.
Aprovechó la oportunidad un perrito amariconado entre caniche toy y lagartija. Sólo llegaba a la enorme vulva con su hocico, estirando el cogote y subido a un cajón. Brincó excitado por el codiciado fruto con su pequeña pija roja totalmente dilatada, trató de atenazar a la perra con las patitas delanteras.
Los pendejos que vagaban alrededor se cagaron de risa por el tremendo esfuerzo, yo no.
A poco los saltitos se espaciaron, sentí pena por él. No sé bien por qué, también mi autoestima se fue a la mierda.

Una pendeja estrenaba menarquía jugando con un celular de reciente aparición en USA (aún no comercializado en Argentina). Sus brazos insinuaban análogas erupciones caninas. Finos tobillos, culo parado, copiosas feromonas, epifanía.
Me inundó una oleada de insoportable deseo, hice la sicológica: imaginé que su familia emigró a la villa desde una chacra mezquina, estéril, donde la imposibilidad de pagar mano de obra (aún esclava) estimuló ciertas culturas reproductivas. Pronto la harían parir, también al año siguiente y al otro... Más temprano que tarde se le caerían los dientes, tendría el cuerpo achaparrado y se le agriaría el carácter por tener que bajar varios escalones en la calidad de los hombres a seducir. Sentí alivio.

Secuencia lógica.
Me acerqué a preguntar por las familias enfrentadas a causa del inodoro. La mocosa resultó un avionazo —¡Conchudo, puto, hijo de puta, la concha de tu madre! —respondió. Estiró la mano para agarrarme la pija con tanta mala leche que me pegó, con la punta de los dedos, un tincazo en los huevos.
No era la mejor manera de atraerme, la agonía tapó el dolor remanente de los puazos. Cuando recuperé el aliento la pendeja había desaparecido.

¡Bang bang!
Detonaciones de nueve, canto de sirena para mis oídos, corrí al corazón de la villa.
Un pendejo de doce hacía ladrar mi ‘Glock’ contra un afiche publicitario de la policía.
¡Bang bang!
Metió, desde treinta metros, otros dos plomazos en un diámetro menor a veinte centímetros.
Esperé unos segundos para normalizar la respiración y el pulso. En tanto, él acariciaba a ‘Glock’ amorosamente. Reprimí los celos con enorme esfuerzo de voluntad.
Levantó nuevamente el brazo armado y casi sin apuntar… ¡Bang bang!
Pelé a ‘Anaconda’ dispuesto a regar sus sesos en el basurero aledaño (hay que ver el desparramo que hace la magnum 44).
Lo salvó la campana. Su mamá, viuda del muerto por el inodoro cuando me hirieron a puazos, salió de la covacha y le ordenó a los gritos que llevara a sus hermanitos a comer al colegio.
Percibieron mi presencia, se alarmaron al observar el detalle en mi derecha.
La covacha comenzó a parir una culada de pequeñas semillas del mal. Los hermanitos quedaron azorados al verme.
El pendejo me clavó una mirada faneada, neutra.Puse ‘Anaconda’ en su cabeza dispuesto a darme el gusto.
La cara de la madre transmitió ruego, sus labios iniciaron una oración y sus ojos…
Me hice eco de los ojos, perdoné su delito.
En definitiva, el pendejo entregó a ‘Glock’ y al corderoy.
La mamá acabó cacheteando a los más pequeños porque llegarían tarde al colegio —¿No saben que no les guardan el lugar? ¡Después me lloran de hambre! —gritaba entre sopapo y sopapo.
Dejé que se revolcaran en su quilombo.
Yo, debía cruzar tierra de nadie.
El joven delincuente había disparado seis series de dos disparos (doce balazos). ‘Glock’ disponía aún de cuatro proyectiles, siempre la llevo con uno en la recámara. ‘Anaconda’ cargaba seis. En un bolsillo de la campera tenía otros seis 44 magnum. En el peor de los casos no me iría sólo.

Nuevas prestaciones: EL PARAISO, PROSTÍBULO & ‘Hiper Market’ DE MITOS (2ª Parte)

Al fin la civilización.
Ni maestras ni profesores sabían nada de Boby o temían hablar. Ambas directoras, del primario y secundario, sugirieron que fuera al destacamento a preguntar al juan.
No lo hice, no necesitaba más conflictos.
Médica y auxiliares del dispensario pusieron cara e’nada.
De ahí a la parroquia.
El cura galaico me invitó un amargo.
Pregunté si tenía chicha.
Dijo que no, peló un tetra brik del barato. Simuló no ver mi gesto.
Le comenté que buscaba a Boby (hijo de la diputada evangelista) que había sido cooptado por la Corriente Clasista y Combativa (CCC).
Tiró una puntita: La cooperativa de cartoneros.
La CCC había hecho una alianza estratégica con los cartoneros. Recibieron del ‘Ministerio de Desarrollo Social y Medio Ambiente de la Nación’, un subsidio para instalar un acopio de cartón y un molino de botellas PET.
Luego de acabar el tetra brik, el cura se animó a acompañarme.

Frente a un televisor LCD 55” 3D, conectado a Direc-TV a través de una parabólica, la familia discutía por la nominación de una minita de Gran Hermano.
El secretario general de la CCC trataba de introducir, a los gritos y sin suerte, algunas consignas políticas para el próximo piquete.
En un aparte, la pendeja sarnosa, que pretendía seducirme, enviaba voto tras voto nominando a alguien por el celular de última generación.
Acabaron por irse a las manos, la madre enarboló un tramontina dispuesta a ensartar a cualquiera.
El cura galaico me pidió con la mirada que pacifique el conflicto, tampoco yo en esas condiciones, podría continuar la investigación.
Activé a ‘Anaconda’. La detonación puso orden. Se acordarán de mi cuando llueva.
—Son hartantes —dijo el cura meneando la cabeza al tiempo que la pendeja, al percatarse de mi presencia, salió corriendo mientras exclamaba —¡Conchudo, puto, hijo de puta, la concha de tu madre!
Mordí las ganas de aceptar la invitación.
Primero lo primero, pregunté por Boby.
—No pertenece más a la triple ‘C’—respondió el militante.
Había renunciado porque el piquetero Castells, el rural De Angeli y el rabino Bergman, encabezaron un acto frente al Congreso para expresar su rechazo a la Ley de Medios.
—¿Boby comulga con el proyecto nacional Kirtchnerista? —pregunté tratando de definir un perfil.
—No, es judeofóbico —respondió el cura.
Son demasiados los que tienen esa característica, nuevamente como Adán. Sin otra pista, salí decepcionado.

A pocos metros de la casa, sentada debajo de un eucalipto con una capillita del gauchito Gil, la pendeja me esperaba. Aún enviaba mensajes a Gran Hermano. Me acerqué con expresión seductora.
No me sorprendió su recurrencia —¡Conchudo, puto, hijo de puta, la concha de tu madre!
Esta vez, por estar al palo y advertido de su escasa sicomotricidad eludí el tincazo pero le di el gusto, le dejé la pija.
La abracé apasionado, fuimos al basural.
Un carrero descargaba basura, sospechó una violación, se puso en fila.
Le presenté a ‘Glock’ y ‘Anaconda’, fueron disuasivas. Nos dejó gozar a solas.
La pendeja se resistía por pura histeria. Conozco bien a esas minitas, después del orgasmo se cagan de risa por boludeces. La neutralicé, bajé sus pantaloncitos. No llevaba nada abajo. La concha, aún carente de vello púbico, quedó expuesta. El culo, ceñido como el de una muñeca.
Cerraba las piernas para hacerme gozar. En el ‘Paraíso’ me habían desacostumbrado a esas sutilezas sexuales.
Al fin pude introducir mis rodillas entre las suyas, abrí sus piernas y la penetré. Acabó toda resistencia. Era virgen. Eyaculé adentro.
Aliviada, lloró mansamente.
En definitiva, uno es tan joven como la mina que se voltea.

No había razón para quedarme, caminé despacio hacia el río evaluando nuevas hipótesis de investigación.
En la desembocadura del vertedero, algunos fieles estaban siendo bautizados en las aguas crudas del Bajo Grande. El oficiante sumergió la cabeza de un tipo que tapaba su nariz con dos dedos. Salió, quedé estupefacto por el milagro.
—¿Por qué ahí? —pregunté.
—Dios ama a los pobres de espíritu. Los últimos serán los primeros, cuanto peor mejor —respondió el oficiante. En tanto, el recién bautizado trataba de regurgitar la materia sólida que había tragado.
No imaginé, en ese momento, lo cerca que estaba de Boby.

Vibró el celular, Strella. Insistió que abandone todo y vuelva urgente al prostíbulo. Se festejaría con bombos y platillos el Día Internacional de la Mujer. Como responsable de la seguridad tendría que impedir que trasciendan, del subsuelo, las quimeras sexuales de los que detentan poder; debía mantenerlas soterradas por el tiempo de los festejos (no es poca cosa). Pagan triple esas horas extra.

Seguiría la búsqueda de Boby más tarde que temprano.
Toto Flatuletti agradece su reenvío.

Córdoba, Marzo de 2011

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miércoles, 6 de abril de 2011

ALLÁ DÓNDE LOS ÁRBOLES MENDIGAN LUZ

Esto no es Shangri La,
y durante unos segundos,
no sé muy bien qué es lo que hago aquí:
es mi boca la que atrapa primero la sorpresa.
No sé cómo lo he conseguido
pero ahora mismo,
estoy sentado al borde del universo,
con un infinito como piélago
que viene a lamer mis extremos,
que me refresca
que penetra dentro de mi cuerpo,
pedazo finito que se suma,
que crece,
que se desgrana,
que se proyecta,
que logra aunar durante el tiempo que dura el sosiego
todo lo que pretendo en lo que soy.

Permanezco así, durante horas,
ajeno a los turistas que siento corretear a mis espaldas,
que también los hay,
allá dónde se engendra el mundo.
Sin embargo es como si no existieran.
He aprendido a sopesar la insólita paz
que conlleva la resaca.

La tarde se desvanece y por fin me incorporo,
el borde que me sostenía se deshace,
huye bajo mis pies,
se transforma en pura piedra,
las olas se retiran
y solo queda un amago como de velo
con cadencia de milagro
y recuerdos de quimeras.
El abismo me llama por última vez,
con desespero quebrado pronuncia mi nombre,
me pide que no me vaya:
“No te vayas, Julián, ¡quédate!”
En esta frontera es la noche quién trae la realidad,
que pesa, me aplasta, me despierta del sueño.
Yo simplemente prometo volver,
aunque no sé cuando.

Por fin emprendo el regreso,
con ansia, con impericia
atrapo cuotas y fragmentos de silencio
que me guardo como un necio:
hilachos de cautela que sopeso entre mis dedos.
Y algunas tardes, casi sin querer
recuperaré de los bolsillos
esos trozos de quietud casi marchita,
para rociarlos sobre tu cuerpo.
Te haré el amor con inercia de sondeo,
hablarán solo nuestras intuiciones
nuestros manoseos
nuestros alientos
emanando el uno del otro.
Ese será nuestro oasis,
así será nuestra espera,
nuestra táctica de despiste y abordaje
a esta vida tan ajena tan añeja tan poca vida.
Será también mi demora hasta poder volver al entendimiento,
allá lejos dónde incluso los árboles mendigan de esa luz,
a esos atajos del universo,
que un día descubrí
y que escondo siempre de vosotros,
y muchas veces, también de mí.

Dedicado a Noelia y Nuria, con quienes descubrí el primer árbol mendigando luz,
y a Cati, que propuso el tema de "Silencio" para este duelo...
Dedicado también a algunos rincones de la provincia de Alvacete.
Albacete, escrito en una hora de trabajo, 6 de abril del 2011.