miércoles, 29 de abril de 2009

L'eternità e un giorno


La Eternidad se presentó una tarde a la hora del té con Un Día. Su preferido era un earl grey con una nube de leche, apenas azúcar y a buena temperatura. Un Día se limitó a no tomar nada, andaba algo fastidiado. Tras los cumplidos por la calidad del té le pregunté, muy educadamente, la razón de su visita. Tomó un sorbo y dejó la taza con elegancia en la mesa de centro, miró hacia abajo y al momento me clavó su mirada compasiva y dijo : “Señor Ganz, aquí le presento a Un Día… me han encargado traérselo en persona porque usted no responde a nuestros avisos de finalización de contrato, así que oficialmente lo tiene a partir de este momento. Si por mí fuera- dijo La Eternidad- jamás se lo hubiera traído, pero ya sabe como es La Naturaleza, no entiende que yo pueda tener seguidores…”. Un Día me miraba un poco avergonzado, de reojo.

No me había afeitado hacía meses, entonces pensaba que tenía toda La Eternidad por delante. Suspiré, miré a Un Día, y dije : “ a ver si lo he entendido… a partir de hoy tengo Un Día…¿y mañana?... La Eternidad negaba con la cabeza sin decir palabra…


Encendí un cigarrillo y le ofrecí pastas a Un Día… había tenido menos tiempo que yo… al menos que probara algo de comer… Le quedaba Un Día...


Dedicado a Mario Benedetti, que La Eternidad le ofrezca algo más que Un Día…

martes, 28 de abril de 2009

All Over Again





Paseaba por Central Park con la mirada perdida, lenta en el caminar, vacía en su pensar. Los rayos del Sol se filtraban a través de las ramas de los árboles que cubrían todo el camino a modo de cielo protector. Clara y limpia, la luz acariciaba su rostro a cada instante entre paso y paso.
El verde era más verde y la naturaleza se resarcía con la exuberancia de la extinción urbana. El aire era limpio y el olor a tierra húmeda hacía sentirse parte de una naturaleza jamás conocida. En cuarenta años entre rascacielos y asfalto, nunca conoció nada más salvaje que el bramar de los taxistas en la Quinta con Madison. Era finales de primavera, la época donde en Nueva York se puede pasear cogido de la mano sin sentirse estúpido.
Puntualmente, ciclistas y futuros abonados a cardiopatías agudas, la adelantaban con el mismo estrés con el que tomaban el metro todas las mañanas para hacer un viaje de no retorno. De vez en cuando se paraba en unos de los rayos, cerraba los ojos y dejaba que recorriera sus mejillas de porcelana, girando la cabeza para que aquellos templados dedos la acariciaran . Sus manos, las abría a modo de extensión de aquella fuerza que le invadía con la sencillez de un rayo de sol. Abrió los ojos , por un instante quedó observando como el mundo seguía girando y a los lejos… le vio.

Era finales de primavera en Nueva York, cuando se puede pasear cogido de la mano sin sentirse estúpido…

lunes, 27 de abril de 2009

Albert




En cada tecla ponía la pasión que no era capaz de tener para sí mismo. Albert vivía aislado del mundo en pleno corazón de Brooklyn en un pequeño apartamento de apenas 40 metros cuadrado. Todas las mañanas salía muy temprano camino del conservatorio, su verdadero mundo, lo demás era tierra de nadie.

Durante diez horas tocaba el piano, descansaba y volvía a tocar hasta la misma extenuación. Su relación en la tierra de nadie se limitaba a asentir con la cabeza, a sonreír o simplemente quedarse sin decir nada.

Sin embargo, hubo un tiempo que Albert fue un individuo que se desenvolvía muy bien en la tierra de nadie, se casó, salía a cenar, hablaba con sus alumnos y de vez en cuando, iba de vacaciones a lugares abarrotados de turistas con las narices embarradas en crema protectora.

Un día, en un solo segundo, su vida cambió. El tiempo no se paro ni siquiera el mundo, lo hizo como siempre, giró una vez al día y 365 veces al año. Albert superó la tiranía de la Física y su universo quedó mudo, pausado y ausente…Do-Mi-Re-Re-Do… El Mundo se convirtió en notas musicales , y en cada una de ellas, Albert interpretaba el dulce rumor de la Vida…

miércoles, 22 de abril de 2009

Veintiséis Perros (Vals con Bashir )


Han pasado veinte años y Gardel no me convence. No he llorado en treinta años pero me queda mi silencio. En mis pesadillas no me persiguen veintiséis perros ni siquiera la sombra de la muerte… sólo la vida.


Es de noche y la ciudad se ilumina para unos pocos. La brisa acaricia tu rostro mientras el río suena a Tarbaly y Tiersen toca el piano. Observar el espectáculo me calma y dejo de pensar, bien por La Corde. En la conversación se le escapan unas cuantas de miradas furtivas hacia mí, la miro y ella mira, ojos claros vida oscura.

Brilla el sol, brilla… vuelvo a la tierra de los muertos donde cada generación muere para vivir. Un día más volveré a la vida… la muerte puede esperar.

lunes, 20 de abril de 2009

...


Son la siete de mañana de un domingo anodino y lluvioso. Tengo en mente tres puntos suspensivos… pero los descarto y pienso. Ayer, en mi despertar de despertares, me llegó parte de mi historia en forma de libro de manos de Juan. Me regala siete años del pasado y quizás lo más importante… Memoria: K.L.Mauthausen 1941 // S.P. Francisco Boix nº 5185.


La lluvia cesa. Me encuentro fatigado pero prosigo… y pienso... 2002-Francisco Boix-Roma-Granada-Moretti-Mentiras-Biblioteca- Thai-Emile Zola-Arantza-Sicilia- Elección… 2009.


Siete años más tarde no hay respuesta. Me mareo y lo dejo, no lo dejo… me Rindo.


Despierto con el trinar de los pájaros, es por la tarde. Apenas me quedan diez minutos para volver a ser Chaplin en Tiempos Modernos pero no lo puedo descartar y dejo de pensar.


Vuelve a ser la siete de la mañana, de otro día y quizás de otro año. 2009-Elección-Sicilia-Arantza-Emile Zola-Thai-Biblioteca-Mentiras-Moretti-Granada-Roma-Francisco Boix-2002-Soledad-Nacimiento-Muerte-El primer Javier…

Lunes. Hay Sol, un día de verdadera primavera soleada. Escucho música, tomó café y fumo… el dulce humo del suicidio sin premura ni dolor. Recuerdo por un instante mi vida anterior, cuando había más preguntas que respuestas. Roma 1991, México 1989, Alaska 1993.

Tengo en mente tres puntos suspensivos… los descarto, pero esta vez… me Rindo.

Érase una vez tres puntos suspensivos…




Dicen que sólo una mínima parte de lo que pensamos acaba convirtiéndose en palabras, de ellas una mínima parte es vocalizada, el resto jamás saldrá de nuestra mente.

Dicen que sólo una mínima parte de lo que decimos acaba siendo escuchado por los demás, de ellas una mínima parte es reflexionada, el resto se perderá en el aire.

Dicen que sólo una mínima parte de lo que leemos acaba siendo asumido, de ello una mínima parte no es razonada, el resto se perderá en la nada.

A veces, lo más importante es aquello que no se dice, no se oye o no se lee y tiene forma de tres puntos suspensivos…



Nota: He abusado del “dicen que sólo una mínima parte”… es gratis.

jueves, 16 de abril de 2009

SOÑANDO CON EL NOBEL

SOLEDAD

I

Las olas lamían con dulzura el casco de mi barca, haciéndola balancear levemente. En su interior yo dormía como niño acunado…

II

Desperté. El banco en el que había reposado era duro. Tenía los músculos doloridos y durante un momento no pude moverme. Abrí los ojos y un rayo de luz los invadió cegándome al instante. Poco a poco fui acostumbrándome a la claridad y pude apreciar el intenso azul del cielo. Nada en el se movía.

III

El calor del sol me invadió. Lentamente el dolor fue desapareciendo. Con movimientos lentos me puse de pie. Mar y sólo mar que mi barca iba devorando lentamente. Aunque más parecía que mi barca estuviese quieta y fuese el mar el que transitaba por debajo de ella. Escudriñé el horizonte buscando algún punto dónde pudiese dirigir la embarcación.
El viento se enfureció, empezó a soplar con fuerza.

IV

Las primeras estrellas fueron asomándose en el cielo que iba oscureciéndose. Poco después el sol ocultaba su timidez en un fogoso abrazo con el mar. La luna, fría, ocupó su lugar. Permanecí aun algunas horas de pie, intentando ver algo entre la bruma, que terminó envolviéndome.

V
Ahora, en la noche cerrada, volvía a estar solo. La barca seguía meciéndose, y crujía.





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UNA INQUIETUD.

Cortina taladrada en su negrura
por mil puntos de calor.
También cortes largos, tapizados de deseos
sin voz y sin nombre,
o sólo pensamiento.
Visión clara de belleza en la oquedad,
tumbado, tras el cilindro de cristal.
Mientras, eterno patalea en sus entrañas
el hijo de la duda humana:

¿estamos solos?

domingo, 12 de abril de 2009

3, 2, 1 ... 0




Era demasiado joven… demasiado estúpido… demasiado…

Había tenido demasiados mimos… demasiado cariño… demasiado…

Estado en demasiados lugares… demasiado aburrimiento… demasiado…

Jamás pasó demasiada hambre… demasiada soledad… demasiada…

Nunca era demasiado tarde… demasiado tiempo… demasiado…



Un día cualquiera dejó de ser demasiado joven… demasiado estúpido…

Un día cualquiera dejó de tener demasiados mimos… demasiado cariño…

Un día cualquiera dejó de estar en demasiados lugares… demasiado aburrimiento…

Un día cualquiera dejó de tener demasiado tiempo… demasiado tarde…

Un día cualquiera vio a la muerte… la de verdad… demasiada verdad… ¿Verdad ?





Nota : A los que aún tienen demasiado tiempo… ¿Demasiado?




1.Foto de Gilles Peress

miércoles, 8 de abril de 2009

A primera sangre




Hola hola amiguitos de blog.


El tema para el duelo de esta semana os va a costar lágrimas de sangre.


Tenéis que escribir algo sin ápice alguno de sentimentalismo. Un relato frío, sin emociones, sin amor, sin cosas bonitas. Otra cosa es lo que dicho relato proporcione al lector, que es libre de sentir lo que quiera.


Sólo usaré la coacción con vosotros.
Con amor, Cris.


domingo, 5 de abril de 2009

Tú has sido mi perdición.

El culpable de que en breves segundos, mi cuerpo se rompa contra el suelo.

El culpable de que mis huesos dejen de ser tales al llegar al asfalto. De que mis ojos dejen de ver y de que yo ya no sea yo.

Tú has sido mi perdición, y por eso, tu caerás antes que yo.

Y dicho esto, dejó caer el rompecabezas al vacío.

Después, fue él el que se tiró.

jueves, 2 de abril de 2009


LA PERDICIÓN

El vacío de la habitación recubría el lento transcurrir del tiempo que hacía llover inquietud. El eco del negro sentimiento pasado se negaba a ser trascrito para los demás.

El rencor y el odio pasado quedaban, como un poso aguado, en el interior de mi alma. Nada era importante. Todo lo importante para los otros era tan insignificante como una pobre luciérnaga que en su empeño encuentra el fin. El significado, lo real, tenía solo relevancia para mí. Las formas que rodeaban a lo que realmente importaba se habían convertido en la razón de vivir de aquellos que no lograban ver lo verdadero. Perdidos... Tan perdidos en un mundo de reglas y leyes que alzaban las manos a lo divino cada vez que una se rompía... La perdición llegó al mundo... Pero la única perdición es la de aquellos que boca abierta, gritando sacrilegio, envilecen el arte no reconocido por los llamados maestros... Barbaridades... Perdición. La perdición de valorar más la vasija que el vino que guarda en su interior.

miércoles, 1 de abril de 2009

MI CONFESIÓN.

Que el mal puede tener mil caras eso lo aprendí muy pronto. Que la ausencia del mal fuese una de esas caras, de eso me di cuenta demasiado tarde.

Siendo siempre de naturaleza neófita, y ansioso además por aprender de aquellos temas que mis maestros se empeñaban en ignorar y esconderme una y otra vez tras la señal de la santa cruz, empecé a leer con avidez desde el "Corpus Hermeticorum" hasta el "Sargozasht Is-Sayyidna”, pasando por el "Teatrum Diabolorum", además de cualquier necronomicón y todo libro maldito que encontrase en el biblioteca del monasterio. Tenía que hacerlo siempre a escondidas, en soledad, a espaldas de mis tutores, aprovechando, por ejemplo, las horas nocturnas después de las completas, cuando el resto de seminaristas dormían ya. La zozobrante luz de las velas creaba sobre las hojas extrañas sombras que le daban a esos prohibidos escritos una dimensión aún más oscura, puede que incluso más atrayente. Muchas mañanas, me despertaba extenuado, tumbado sobre el libro abierto, y sobresaltado por el crujir quejumbroso de la puerta de mi celda, que algún presbítero abría con una arcaica llave. Apenas me daba tiempo a esconder los gruesos volúmenes debajo de mi camastro y, alisando mi sotana, acudir como uno más al matutino aviso al primer rezo. Andando presuroso por el claustro palpitaban todavía en mi cabeza los extraños conjuros que, encriptados en antiguas lenguas casi muertas, había logrado descifrar y conjurar la noche anterior. Todos y cada uno de esos hechizos hacían mención e invocaban a seres ancestrales, habitantes todos de cavernas, de criptas y catacumbas, de cárcavas y cementerios, pobladores de rincones perdidos en lugares donde nunca había llegado la misericordia humana. Todos ellos tenían asimismo espantosas formas, eran criaturas imposibles, tales como grifos, machos cabríos, mujeres de grandes ubres, serpientes o leviatanes. Algunos de esos ancestros, todo hay que decirlo, eran de naturaleza femenina. Formas todas que fui estudiando, y que poco a poco fui memorizando y reconociendo, hasta quedar bien avisado y dispuesto para luchar, si surgiese la ocasión, contra y ellas.

Nunca imaginé sin embargo, siendo como soy, sacerdote consagrado, que el mal, ese que tanto había vilipendiado y siempre reconocido en todos sus infinitos y pérfidos perfiles, aparecería en la forma de ese monaguillo de rubios bucles, ese ser frágil e infantil que tantas noches yació desnudo junto a mí, por el simple favor de ayudarme a conciliar mi anciano sueño. Nunca entenderé como el señor juez, ministro de los mortales que no de los cielos, no llegó a deducir que en todos mis actos, que en todas las caricias que derramé sobre ese níveo e impúber cuerpecillo, también en los besos castos que le di, volcaba simplemente toda mi protección y sabiduría, sin pretender nada más, nunca queriendo profanar, como se ha pensado, su impoluto cuerpo. Que eran siempre mis carantoñas simples gestos de agradecimiento y condescencia. No entiendo señor juez, mísero y sordo pagano, cómo nunca pudo comprender mis motivos y acabé siendo por ello, juzgado y además, condenado. Le digo por último señor juez, que no acato su orden y que por eso, huyendo de la que es sólo su justicia, abandono esta celda y salto al vacío, sabiendo que mi bienamado Señor, pese a mi gesto suicida, me recogerá y arropará en su magnánimo seno.